
Sin duda el 2020 quedará en los anales de la Historia como un año que cambió de manera drástica, no sólo nuestra realidad cotidiana, sino muy probablemente algunos de los usos y costumbres que habíamos incorporado desde décadas anteriores.
El tema de esta pandemia es que a pesar de los avances tecnológicos, científicos y técnicos, nuestra vulnerabilidad como raza humana se puso a prueba. El 2020 significó para muchos, un paro en seco para replantear prioridades de vida, de una manera forzada. Los negocios, la convivencia, la vida laboral, el esparcimiento, el sueño, la alimentación, el entretenimiento y casi cualquier otra área de la vida, fue sin duda trastocada por la pandemia. Y en pleno final cronológico del año, un tema de salud global nos vino a demostrar cómo al final, la complejidad de la realidad nos muestra que cada acción, cada persona o cada elemento de nuestra realidad se encuentra interconectado de manera compleja con otros tantos elementos. El Covid 19 nunca se redujo a un tema exclusivo de salud, así como muchas otras problemáticas de la vida social nunca se reducen a una sola causa, ni inciden en una única dirección.
La alimentación durante la pandemia sufrió también de diferentes cambios afectados por lo que vivimos durante el año : desde las compras de pánico hasta la escasez de algunos productos, desde el regreso a la cocina gracias al confinamiento, hasta la forzada transformación de la industria restaurantera y de servicios que tuvo que aguantar estoica los embates de la crisis. Los festejos alrededor de la comida nunca volvieron a ser lo mismo en lo que se fue de este año. Los trastornos de alimentación íntimamente vinculados con la salud emocional, se vivieron también de manera diferente. El confinamiento, y la necesidad de bienestar más allá de las circunstancias, reveló también la relación emocional que tenemos con los alimentos, así como la necesidad de cuidar lo que comemos para sentirnos bien en todo sentido.
Y como en una pesadilla darwinesca, acá ni siquiera el más apto sobrevivió. La pandemia cobró valiosas vidas del personal de salud que heroicamente se mantuvo en las trincheras atendiendo a enfermos de Covid-19. Y así como la pandemia cobraba víctimas de vida, económicas o sociales, la humanidad mostraba sus luces y sombras. Las luces en las personas que tomaron con responsabilidad el confinamiento o la solidaridad hacia los que más ayuda necesitaron. Las sombras en quienes aun teniendo las posibilidades de cuidarse actuaron de manera temeraria e irresponsable exponiendo a otros a contagios.
Aunque el panorama anterior parezca negro, la realidad es que las crisis también sirven para sacar lo mejor de nosotros. En este caso, la pandemia también nos obligó a reflexionar sobre la forma en la que construimos nuestros estilos de vida diariamente, incluyendo el cuidado de nuestra alimentación, de nuestro bienestar emocional, de nuestros hábitos de sueño y descanso ; por lo tanto de nuestro bienestar general, a pesar de las circunstancias.
Si usted se encuentra leyendo estas líneas, es uno de los grandes afortunados del año que vivimos en pandemia, pues hoy por hoy, la supervivencia de este año es de los mejores regalos que podemos tener. Enfrentar al 2021 sin duda no será fácil, pero ya vamos prevenidos, con mejores herramientas, y probablemente más resilientes de como empezamos el 2020. Que el 2021 nos traiga mejores condiciones de salud a todos.