Opinión

Gas y bienestar


El presidente López Obrador anunció que su gobierno tenía la intención de poner una empresa dedicada a la distribución de gas licuado de petróleo a “precios justos”


Manuel J. Molano.- Si se nombrara al gobierno federal de EUA administrador del desierto del Sahara, en 5 años habría escasez de arena. – Milton Friedman

Hace unos días, el presidente López Obrador anunció que su gobierno tenía la intención de poner una empresa dedicada a la distribución de gas licuado de petróleo (GLP) a “precios justos”.

El mercado de GLP es pequeño en términos de volumen. La Secretaría de Energía (Sener) publicó en internet datos sobre el consumo final por tipo de combustibles para el año 2019. Mientras que las gasolinas representan 1.4 millones de petajoules, y la electricidad 1.02 millones, el GLP representa un consumo real de apenas 386 mil 840 petajoules. Según indexmundi.com, México es el quinto consumidor mundial, con 409 mil barriles diarios de consumo. El consumidor número 1 del mundo es Estados Unidos, país que devora 2.3 millones de barriles por día, seguido de lejos por China, con 767 mil barriles diarios.

Aunque el mercado de GLP parece pequeño comparado con el de gasolina o electricidad, es un mercado grande, comparado con otros países. En la región latinoamericana, Brasil consume 226 mil barriles diarios, a pesar de ser un país con 65% más población que México. Los 51 millones de colombianos consumen apenas 19 mil barriles diarios, apenas el 4.6% de lo que consumimos aquí.

El GLP doméstico y la electricidad son sustitutos. De hecho, con las nuevas tecnologías de inducción eléctrica, un análisis en Costa Rica determinó que la eficiencia térmica en estufas puede ser cercana al 83%, mientras que el gas LP tiene una eficiencia de 50%.

En alguna época en que la electricidad se generaba con carbón y combustóleo, hacía sentido quemar gas LP en las cocinas. El GLP tiene una combustión mucho más limpia. Hoy, que existen posibilidades de producir electricidad con energías limpias, se puede sustituir el GLP con electricidad.

Esas son las razones de eficiencia energética por las cuales el gobierno no debería abrir Gas Bienestar. De hecho, ese mercado debería absorberlo la CFE. Claro, implica que los hogares consuman más watts, no menos. Un connotado economista y amigo platicó un día su experiencia asistiendo al consejo de Pemex, desde la burocracia, y años después al de una empresa de productos de consumo. En Pemex le tenían terror a la semana santa, porque les preocupaba no poder abastecer de gasolina al público que viajaba a las playas. Mientras tanto, en la empresa privada, la Semana Santa se veía como una oportunidad de llevar su producto al público consumidor.

Los monopolios restringen la oferta y buscan subir precios, y Gas Bienestar no sería distinta. Seguramente arrancaría con un precio muy bajo que eliminara a todos sus competidores privados, aún vendiendo por debajo de los costos, y después se comportaría como cualquier monopolio. Las empresas públicas cuentan con el capital del Estado y la capacidad regulatoria para hacer que su negocio funcione bajo cualquier circunstancia, lo que no puede hacer una empresa normal. Una empresa pública tratando de crear competencia en un mercado, probablemente logrará el efecto contrario.

El gobierno tendría motivos para hacer uso clientelar de Gas Bienestar, como ocurrió en la Venezuela de Hugo Chávez con la empresa llamada Gas Comunal, que quizá debió llamarse Gas Todes Comunal.

La mafia del GLP en México no es digna de apoyo. Sus prácticas de mercado han sido abusivas. La Secretaría de Economía ha tratado de regular los precios, sin éxito. Hay una propuesta de autorizar la venta de GLP en redes de distribución establecidas y exitosas, como los supermercados. Esta propuesta pertenece a la Comisión Federal de Competencia Económica (Cofece), y el gobierno la ignora.

El presidente quiere que se le recuerde como un gran estadista. Estos arranques que tiene de emprendedor debería dejarlos para una siguiente etapa, cuando sea un ciudadano privado. Un gran estadista inhibiría la capacidad de hacer políticas públicas de la CFE, restauraría la autoridad y regulación de mercado en la CRE y propiciaría que CFE generara más energía limpia y barata con el sector privado, para vender muchos más megawatt-hora a los hogares, que los usen en sus calentadores eléctricos y estufas de inducción. Un simple gesto regulatorio podría propiciar miles de millones de pesos en inversiones en generación y en equipos de consumo eléctrico eficiente. Quizá, en el fondo, no quiere que se le recuerde como estadista, sino como el hombre que grita “El gaaas”. El Financiero

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