
En el Reglamento de Control de Concentraciones de la Unión Europea se establece la obligación de la Comisión de impedir aquellas fusiones y adquisiciones que generen un agente con poder dominante en el mercado y aquellas que dañen a la competencia. Ésta es una disposición regulatoria que permite establecer condiciones a los agentes dominantes (una especie de regulación asimétrica) para evitar daños a la competencia.
Pues tal parece que la 4T migra al lado opuesto: después de haber disfrutado de las mieles de precios más bajos gracias a la reforma en telecomunicaciones y a la regulación asimétrica a América Móvil que dicha reforma facilitó, parece que en energía las cosas deben ser de otra manera: ni pobre, ni rico, sino todo lo contrario.
Y es así como debe interpretarse la iniciativa para ampliar la contrarreforma petrolera para prohibir que la Comisión Reguladora de Energía establezca regulación asimétrica al agente dominante en energía en México: Pemex. Ya la Comisión Federal de Competencia advirtió los daños que se podían producir en el mercado de las gasolineras a los consumidores como consecuencia de la eliminación de dicha regulación, pero consideramos que se quedó corta.
Pemex está integrada verticalmente en toda la cadena del valor del sector petrolífero: desde su casi monopolio en exploración, producción y refinación, hasta la distribución de petróleo y sus accesorios al consumidor final. Esto le permite ejercer un poder monopólico sobre las escasas empresas que compiten con ella en ámbitos como petroquímica, gas licuado, gas natural, diésel, gasolinas, aceites y otros derivados. Si de por sí la experiencia de la regulación asimétrica muestra que con frecuencia el regulado puede hacer todo tipo de maniobras para evitar estar sujetado a la camisa de fuerza de la regulación, con la eliminación de la posibilidad a la CRE de que regule la dominancia de Pemex, parecería que ser dominante no sólo no es malo, sino que es deseable. El mundo al revés y al contrario de lo que buscan las legislaciones de competencia en el mundo.
Dice Arturo Damm que no hay que tenerle miedo a la competencia, sino a la incompetencia. Pues Rocío Nahle y Manuel Bartlett opinan lo inverso: quitando las trabas regulatorias a Pemex, evitaremos los gasolinazos de otros sexenios. Ni Santa Claus ni los Reyes Magos se atreverían a hacer semejante regalo: que el monopolio desregulado nos llevará a una disminución de precios a los consumidores finales.
Semejante malabarismo solamente es entendible en regímenes cuya regla de actuación es la máxima de Hegel: si la realidad no es como la pienso, peor para la realidad. O, como decía Luis XIV “Después de mí, el diluvio”. Si no bajan los precios, o se tienen que incrementar los subsidios a costa de los contribuyentes es culpa de los conservadores, como el hecho de que casi todas las legislaciones del mundo, salvo la mexicana, establezcan la posibilidad de establecer límites a las empresas con poder dominante en el mercado: en todo el mundo son conservadores. Sólo AMLO y el dúo dinámico en materia energética Bartlett-Nahle tienen razón, y pueden conseguir que sus decisiones tengan los efectos contrarios a los que se dan cuando se manipula la realidad: disminución de precios y mejor servicio aumentando el poder dominante de Pemex. Como diría un exprofesor mío: precioso.
El problema es que la realidad es más terca que las ideas (¿se pueden clasificar estas ocurrencias como ideas?) de la 4T y que neceando contra ésta es que se llevará a todo el país entre las patas. Si la realidad no es como la piensan los corifeos de la 4T, peor para 126 millones de mexicanos. Las leyes de la realidad de la competencia económica deben estar equivocadas.
*Xavier Ginebra Serrabou es Máster y Doctor en Derecho de la competencia, Profesor Investigador de la Facultad de Derecho de la Universidad Panamericana y miembro nivel I del Sistema Nacional de Investigadores. Xavier Ginebra Serrabou/El Economista