Opinión

Pemex en perpetua terapia intensiva

Petróleos Mexicanos es, sin duda, un actor protagónico en la historia de México. No solo fue la empresa que por décadas pagó infraestructura, instituciones y programas sociales del Gobierno Federal, también se asumió como proveedora de servicios que han ido más allá de la producción de petróleo.

La petrolera mexicana es la más endeudada del mundo, con más de 110 mil millones de dólares en deuda, el equivalente al 9% del PIB del país y su perfil crediticio se ha deteriorado. Aunado a ello, su producción ha caído 50% en las últimas dos décadas y producir cada barril de petróleo le cuesta cada año más caro. Si estos datos no le escandalizan, súmele que en abril de 2020, la agencia Moody’s recortó la calificación de Pemex, quitándole su grado de inversión.

Desde 2009, Pemex se encuentra en una quiebra técnica, debido a que durante los últimos años no ha sido capaz de generar los recursos suficientes para cubrir su gasto de operación e inversión, así como para cubrir su deuda y las obligaciones fiscales.

El 16 de julio de 2019, el presidente López Obrador presentó el Plan de Negocios de Petróleos Mexicanos 2019-2023, que tiene como ejes principales destinar mayor presupuesto y reducir la carga fiscal para que la paraestatal pueda invertir recursos en la producción petrolera e, impulsar en el mediano plazo, el desarrollo nacional. La meta a 2021 era que la empresa recuperara su estabilidad financiera e incrementar la producción de hidrocarburos y como resultado tenemos que la deuda de la paraestatal sigue en aumento y su producción continua en declive.

Lo que sigue siendo un éxito para el presidente es su discurso. En su estrategia para rescatar a la empresa, el presidente hace alusión a la figura de Lázaro Cárdenas, el expresidente que nacionalizó la industria petrolera en 1938, personaje histórico que se ha convertido en uno de los símbolos de la nueva administración. El presidente en repetidas ocasiones ha llamado al pueblo a apoyarlo para recuperar el petróleo y la soberanía nacional. El llamado es tentador y romántico, pero se trata de un discurso que pone énfasis en objetivos políticos y, como siempre, pasa por alto un minucioso sustento técnico que otorgue viabilidad a sus propuestas.

El presidente se propone implementar un proyecto petrolero similar al que hace cuarenta años buscó “administrar la abundancia”, frase emblemática del gobierno de López Portillo. Esta abundancia provenía de los yacimientos de hidrocarburos descubiertos durante los años setenta en el sureste del país. Sin contar con el declive natural de Cantarell, la idea de un modelo energético que, hacia el 2024, dependa de una explotación intensiva de combustibles fósiles, va en contra de los esfuerzos a nivel mundial para avanzar en una transición energética hacia fuentes renovables, y contradice compromisos internacionales como el Acuerdo de París.

Nadie en este país se ha a trevido a darle los santos óleos a Pemex. Por el peso histórico que representa, prefieren tenerla en sempiterna terapia intensiva. Fabiola Sierra/ContraRéplica

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