Opinión

Pérdida de confianza


De buen candidato combativo, más temprano que tarde, se reveló como un pésimo administrador y constructor. López Obrador es un presidente al que se le perdió la confianza.


Fernando García Ramírez | López Obrador culpa a la pandemia de los lamentables resultados de su administración. Pero en 2019, sin pandemia, ya había llevado el crecimiento al cero por ciento; había desaparecido el Seguro Popular; había militarizado la seguridad pública; suspendido el aeropuerto de Texcoco, y con eso ahuyentado las inversiones de todo el sexenio: ¿quién puede confiar en alguien que basa sus decisiones en una encuesta tramposa?

Aumentó en seis millones el número de mexicanos en la pobreza. En dieciséis millones el número de los dejaron de recibir atención médica popular. Está documentado que los mexicanos más pobres recibían más programas de apoyo en los sexenios anteriores. El programa económico estrella de López Obrador ha resultado ser, vergonzosamente, el de las remesas. Dinero que millones de mexicanos produjeron en la economía neoliberal norteamericana y que envían a México para subsidiar nuestro gobierno populista. ¿Quién puede confiar en alguien que no cumple su principal promesa hacia los más desamparados?

El gobierno ha reservado por cinco años los contratos de las vacunas. La Lotería Nacional reservó por cinco años la información sobre el ciberataque que sufrió. Ha reservado o declarado confidenciales documentos clave sobre el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía, datos de muertes por Covid, información sobre el suministro de heparina sódica en un hospital de Pemex, sobre lo ocurrido en Tlahuelilpan, el avión presidencial y el operativo contra Ovidio Guzmán. Reserva el gobierno, esconde por cinco años. Nublan para evitar la transparencia que prometieron. El de López Obrador es un gobierno corrupto por falta de transparencia. Si a ello le añadimos que la presente administración es campeona en el otorgamiento de contratos sin licitación, por asignación directa, tenemos el cuadro de un gobierno corrupto hasta la médula. Opacado por el escándalo que suscitaron los números relacionados con el costo de suspender el aeropuerto de Texcoco, dejamos pasar el escándalo de los faltantes en los programas sociales estelares de este gobierno: Jóvenes Construyendo el Futuro y Sembrando Vida. Al frente del área destinada al combate contra la corrupción el presidente puso a una persona a quien, de buenas a primeras, le nació la pasión inmobiliaria. Le encontraron a la secretaria Sandoval seis buenas propiedades que no justificaban su sueldo ni el de su marido. “No tenemos que dar cuentas a nadie”, tuiteó Ackerman. En suma, un gobierno opaco, que otorga contratos sin concurso, con programas sociales dispendiosos, acosado por la constante aparición de videos de hermanos del presidente recibiendo dinero sucio. Una administración que pone a una persona sospechosa de corrupción a perseguir los casos de… corrupción, no deja muchas dudas de su condición. ¿Quién puede confiar en un presidente cuya bandera contra la corrupción está enlodada y hecha jirones?

Sobre la inseguridad ya he hablado en anteriores artículos. Baste señalar que López Obrador considera que la seguridad es el único obstáculo para “pasar a la historia”, que es su mayor obsesión. ¿Qué confianza se puede tener en un gobierno que tolera que el 35 por ciento del territorio esté bajo el dominio del crimen organizado?

Este gobierno comenzó con inmejorables condiciones. Una economía en crecimiento. La violencia alta pero estancada. En varias entrevistas López Obrador afirmó que recibía el gobierno en buenas condiciones: “recibo un país estable y sin crisis económica” (El Financiero, 5.Sep.18). Pero muy pronto se vio rebasado por la realidad. De buen candidato combativo, más temprano que tarde, se reveló como un pésimo administrador y constructor. Sus obras emblemáticas son elefantes blancos. No hay semana sin masacres. Van más de seiscientos mil muertos por Covid y estamos entrando a una tercera ola más peligrosa. El 7.0 por ciento en la consulta contra los expresidentes lo muestra solo; “el abandonado” le llamó recientemente Roger Bartra. López Obrador es un presidente al que se le ha perdido la confianza. Muy pronto pasamos de la promesa del cambio épico de la Cuarta Transformación al microscópico Marx Arriaga condenando la lectura por placer. El parto de los montes.

En marzo, en siete meses, se va a llevar a cabo –porque así lo dicta la Constitución, porque a eso se comprometió el presidente– el proceso de revocación de mandato. Se teme que de ganar el Sí se suscite incertidumbre política, pero ¿qué más incertidumbre que la que vivimos todos los días cuando no sabemos a quién va a linchar en su mañanera y qué capricho se le va a ocurrir como política pública? Un crudo ejemplo: No vamos a dar dinero a las farmacéuticas para que se vacunen los adolescentes pero sí vamos a gastar mil ochocientos millones en estadios de beisbol. En la revocación de mandato se votará a favor o en contra de que López Obrador deje el poder por haber perdido la confianza de la ciudadanía.

Me pregunto, si hoy pudiera, con mi voto, hacer que López Obrador dejara su cargo, por haberle perdido la confianza, ¿votaría por el sí? Yo sí. El Financiero

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